Hoy, a las 19:00, se ha celebrado una Eucaristía por el papa Francisco en la Catedral de la Almudena.
Ha estado presidida por el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid. En la homilía ha ido desgranando cómo era el Papa. Comenzaba diciendo: Hoy nos reunimos con el corazón herido pero lleno de esperanza para celebrar esta Eucaristía por, el Papa Francisco. Su partida nos deja un profundo silencio, pero también un eco firme y vivo del Evangelio que proclamó con su vida.
Un Pastor según el corazón de Cristo
Francisco caminó entre nosotros como un verdadero Pastor, con el olor de las ovejas, cercano, humilde, profundamente humano. Fue un testigo de lo invisible, un hombre de fe que supo mirar con los ojos del Espíritu, más allá de las apariencias, más allá de las estructuras, hacia el corazón del Evangelio.
Profeta de nuestro tiempo
Su voz resonó en el mundo como un eco profético. No tuvo miedo de señalar las heridas de nuestra época, ni de señalar la Cruz como camino de salvación. Nos apuntó una y otra vez a Cristo crucificado, recordándonos que la Cruz es el centro de nuestra fe.
Misionero de las periferias
El Papa Francisco nos enseñó a salir, a ir a las periferias, a no quedarnos encerrados en nuestras comodidades. Nos urgió a llevar a Jesús a los que sufren, a los pobres, a los descartados, recordándonos que el rostro de Cristo se refleja en cada hermano roto por el dolor.
Hijo del Espíritu
Como Jesús le dijo a Nicodemo: “Hay que nacer de nuevo”. Francisco tomó estas palabras como un programa de vida. Nos enseñó que el cristiano no se pertenece a sí mismo, sino que se deja conducir por el Espíritu, que transforma, renueva y envía.
Puente para el mundo
Francisco fue verdadero Pontífice: un puente. Unió corazones, tendió manos, buscó caminos de diálogo en medio del ruido. Cargó la cruz del mundo en nombre de los pobres, los migrantes, los olvidados, siendo presencia compasiva en medio de la soledad global.
Iglesia de puertas abiertas
Nos enseñó que la Iglesia no es un refugio de perfectos, sino el hogar donde la fragilidad humana es abrazada por la misericordia de Dios. Nos habló de una Iglesia sinodal, donde se camina juntos, donde se escucha y se comparte el camino de fe.
Mirar a lo alto sin olvidar la tierra
Francisco nos enseñó a mirar a lo alto, a tener la mirada puesta en Dios sin desentendernos del mundo. Mirar a lo alto no es evadir, es creer que la muerte no es el final, que si morimos con Cristo, también reinaremos con Él.
